miércoles, 29 de septiembre de 2010

Publicidad: Movistar, Lejos de todo



Me harté del ruido y me fui lejos de todo. Necesitaba paz. Me traje mis cosas, mis herramientas para trabajar la huerta, mi bici, mis libros.

Después llamé a mis viejos y, como ellos sin mate no pueden vivir, se trajeron el almacén de Rubén para tener yerba. Trajimos unas vaquitas para la leche de mis sobrinos, porque mi hermano vio el lugar por mail y, bueno, se vino con la familia.

Hicimos una placita, y para que los chicos corran tranquilos pusimos un par de semáforos, cerca del estadio y de mi primaria que me traje para visitar ahí al lado del museo, frente al banco, casi en el centro, en la segunda bajada de la autopista.

Así que acá estoy. Solo. En el medio de la nada: paz total.

Voz en off: Nacimos para vivir en comunidad. Comunidad Movistar: conectados, podemos más.”


Una casa en medio del desierto y la voz de una persona que se fue “lejos de todo” porque “necesitaba paz”. Inmediatamente, algunas necesidades que surgieron y que lo obligaron a mudar algunas cosas desde la ciudad hasta su nuevo lugar vacío. Primero trajo sus herramientas y objetos personales, luego a sus viejos y su almacenero, luego su hermano se muda…etc. Finalmente, todas las instituciones y canales de comunicación y sociabilidad (estadio, autopistas y, por el final, un aeropuerto, ya que vemos un avión descendiendo en esta “nueva ciudad”) son trasladadas al desierto.


Pero algo cambió: todas aquellas cosas que lo habían hecho perder la paz y lo obligaron a alejarse, ahora regresaron; sin embargo, él las acepta de otro modo, terminando su monólogo diciendo: “Así que acá estoy. Solo. En el medio de la nada: paz total”


¿Porqué decir esto, cuando claramente ya no está solo sino nuevamente acompañado y rodeado por los habitantes de esta nueva ciudad? ¿Porqué decir esto, cuando tampoco se encuentra “en el medio de la nada” sino que otra vez se reubicó en el centro de una ciudad? El personaje se había hartado del “ruido” y el ruido volvió a envolverlo. A pesar de todo, concluye: “paz total”.


La publicidad realiza un acto de justicia, le enseña una moraleja a este fugitivo de la ciudad. Le (nos) enseña dos cosas fundamentales sobre la sociedad moderna y las ciudades:


1. No querés alejarte de la ciudad realmente, porque ahí tenés muchísimas cosas queridas y útiles para ser feliz (familiares, recuerdos y, sobre todo, comunicación)

2. Aunque lo intentes, no vas a poder alejarte de la ciudad. En última instancia, si vos no vas a la ciudad, la ciudad irá a instalarse donde estés.


Entonces nos queda una sola opción, queramos cambiarlo o no, por las buenas o por las malas: vivir en la ciudad. Si Mahoma no va a la montaña, la ciudad vendrá a nosotros. Lo único que se puede negociar en esta ecuación es nuestra disposición a vivir de este modo, y en la trama de la publicidad el desplazamiento se produce con éxito: el personaje pasa de querer alejarse de la ciudad porque necesitaba paz a traer él mismo la ciudad a su vida y encontrar en eso, paradójicamente, la “paz total”.


El ¿inocente? discurso publicitario guarda una conclusión: el hombre actual ya no puede cambiar las cosas, sino que sólo puede cambiarse a sí mismo y aceptar el mundo como es, un mundo dado e inevitable.


La construcción de uno de los discursos de la empresa Movistar está relacionado, además, con la construcción de lo que llaman una “comunidad Movistar”: sólo arriesgaré que la idea de “comunidad” puede pensarse como una promesa, una fantasía utópica que se nos promete constantemente frente a la reproducción de la globalización y la interrelación de las personas. Al respecto, no olvidemos que hay una enorme porción del mundo que no tiene Internet o celular y que, por supuesto, desconocemos (los desconocemos tanto como desconocemos a nuestros contactos de Messenger o de Facebook, pero en este caso ni siquiera tenemos acceso a sus gustos y fotos), pero que además no pertenecerían a la “comunidad” que propulsa Movistar, al no estar debidamente “conectados”.


La publicidad se llama “Lejos de todo”. Pero esta situación no ha sido más que provisional. La secuencia se ha cerrado en un círculo sin salida:


- el personaje se harta del ruido,

- se aleja de todo,

- trae la ciudad a su nuevo lugar,

- el personaje acaba encontrando la paz y felicidad en las mismas cosas que antes lo irritaban.


La respuesta de la empresa a tan extraño comportamiento es, por el final: “nacimos para vivir en comunidad”. ¿Es que la única comunidad posible hoy día es una mega ciudad, necesariamente? Todo lo que deja esta publicidad son dos interrogantes, que quizás podrían ayudarnos a pensar:



¿qué tipo de comunidad tenemos?


¿qué tipo de comunidad querríamos tener?




miércoles, 22 de septiembre de 2010

El peor analfabeto - Bertolt Brecht



El peor analfabeto es el analfabeto político.

Él no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. Él no sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o del remedio dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política.


No sabe, el imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de los bandidos, que es el político corrupto y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.







Bertolt Brecht (1898 - 1956)




Caricatura: Jorge Mato (www.jorge-mato.blogspot.com)





jueves, 9 de septiembre de 2010

Más muertos que muertos, desaparecidos



Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer - Charly García


Una incógnita


¿Las personas pueden desaparecer?

Nos invito a repensar (un ratito, no te aflijas) algunas cuestiones de nuestro lenguaje y sus consecuencias sociales en Argentina.
Primero, una hipótesis (que probablemente se me irá de las manos): la construcción de la palabra “desaparecidos”, tal y como la acuñó Videla, es la representación más fiel y efectiva del funcionamiento de su aparato represivo. El significado (o un significado posible) de la palabra “desaparecidos”, desaparece y hace desaparecer. Por otro lado, la definición propuesta por el dictador cierra por completo la posibilidad de reflexión acerca de ella. La palabra “desaparecidos”, entonces, se esconde tras un disfraz. Veamos si podemos profundizar o pelearnos un poquito sobre estas ideas.


Los desaparecidos son los desaparecidos

Una palabra como la utilizada por Rafael Videla por primera vez para designar a las personas que fueron secuestradas, torturadas y asesinadas por su gobierno de facto (además del ocultamiento de sus cuerpos y de pruebas que los incriminen), ha provocado cierto revuelo. Desaparecidos: ¿cuál es la definición exacta que Videla le adjudicó?

“Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos”.

Definición poco clara si consideramos, además, que necesitó usar tres veces la palabra por la que se le preguntó para definirla. Otra operación que causa dolores de cabeza: la tautología o repetición para designar conceptos oscuros; es decir: los desaparecidos son los desaparecidos. Si algo “es lo que es”, ¿cómo salir del laberinto?
El significado profundo o subyacente queda por fuera de este cerco especular de palabras geminadas: (los) desaparecidos (son los) desaparecidos. De los crímenes y la perversión a nivel estatal, ni noticia.

Paradójicamente, porque ocurrió del mismo modo abominable con las personas secuestradas, nada puede entrar o salir en la definición de Videla de la palabra “desaparecidos”. Su definición es, también, un campo de concentración semántico, aún más efectivo que el que puso en funcionamiento en los ´70, ya que una palabra usada de ese modo implica la reconstrucción constante de campos de concentración individuales imposibles de derrumbar, pues habitan en cada una de nuestras cabezas. ¿Cómo extirpar esta definición cerrada en sí misma y su aparente inocencia? ¿cómo cambiar lo que no es concreto sino mental?


Operación nefasta: estar desaparecido - ser desaparecido

Chusmeemos a la Real Academia Española, siempre pronta a definir:

desaparecido, da.
1. adj. Dicho de una persona: Que se halla en paradero desconocido, sin que se sepa si vive. U. t. c. s.
2. adj. eufem. muerto (‖ sin vida) Apl. a pers., u. t. c. s.

Dos adjetivos se presentan: el desaparecido está perdido o muerto. Un paréntesis sobre el que no me voy a extender: el segundo uso (desaparecido como modo políticamente correcto de designar a los muertos) no incluye con precisión nuestro caso concreto, ya que nuestros “desaparecidos” no murieron así como así, sino que fueron asesinados y escondidos, sepultados bajo tierra o bajo agua y desterrados de la memoria colectiva hasta nuevo aviso.
Al final de cada acepción, una aclaración: u. t. c. s. (usado también como sustantivo). Esto no es menor. La operación que ha transformado a la palabra desaparecido, aunque cueste alejarse y verla, ha producido desplazamientos y repercusiones sobre nuestra reflexión de estos acontecimientos sociales. Linealmente, y a nivel sintáctico, la transformación podría resumirse así:

1. El hombre desaparecido (desaparecido = adjetivo)
2. El desaparecido (desaparecido = sustantivo)


Al comenzar a utilizar la palabra “desaparecido” como sustantivo, el sujeto (la persona, el, ella) que solía llenar ese espacio, desaparece silenciosamente. Su huella sólo es rastreable al recuperar los usos pasados de esa palabra antes de esta operación. La palabra “desaparecido” solía designar la cualidad o característica de una persona. Como sustantivo, la palabra “desaparecido” ES la persona.
Es en esta dirección que decimos: la palabra “desaparecidos” simplifica una complejidad social: todas aquellas personas que fueron secuestradas, torturadas y asesinadas por el andamiaje militar. Pero esta palabra también opera y actúa en el nivel semántico-ideológico, no sólo para rotular a los desaparecidos, sino para hacerlos desaparecer y así borrarlos de nuestra memoria. La definición de la palabra “desaparecidos” impuesta por Videla (con igual inteligencia y perversión) es uno de los tantos fantasmas que siguen merodeando nuestras casas. Es nuestro deber enfrentarlos.


Las palabras dicen, las palabras hacen

De esto me sirvo para afirmar también: las palabras producen tantos cambios en la sociedad como las acciones. ¿De qué otra manera explicar la intención desesperada y patética de convencer a los presos y secuestrados por parte de los torturadores en los campos? “Vos acá no sos nadie”, “no tenés nombre”, “no estás ni vivo ni muerto”, “no existís”. Como señalan acertadamente Fabiana Rousseaux y Lía Santa Cruz :

“Las víctimas de la represión ilegal quedaban ubicadas, así, en un escenario impreciso entre la vida y la muerte”

Ser “desaparecido” es no estar vivo ni muerto. Ser “desaparecido”, para Videla y sus seguidores, es no existir. Es, en palabras del filoso filósofo francés Jean Baudrillard, estar “más muertos que muertos”. Sin embargo, como sociedad, hemos elegido esa palabra tan particular para designar a esa enorme porción de la sociedad de los ´70, dejando así un vacío difícil de reconstruir. Los motivos que nos llevaron a elegir la palabra “desaparecidos” no son gratuitos; sus consecuencias, tampoco. Es nuestro deber como sujetos pensantes (¿independientes, semi-independientes?) preguntar, cuestionar, revolver la historia, ir al pasado para reflexionar sobre el presente, para construir un futuro.
Concluyo, entonces, que “desaparecidos” puede pensarse como palabra y como acto. Como palabra, simplifica lo complejas y heterogéneas que fueron las personas secuestradas y sus torturas desgarradoras. Como acto, la palabra opera en nuestras conciencias no sólo para designar a los “desaparecidos”, sino también para, de modo efectivo, hacerlos desaparecer.



Y vos ¿qué opinás?


lunes, 6 de septiembre de 2010

Tomala vos, dámela a mi

En las ultimas semanas, estudiantes, padres y docentes de colegios secundarios públicos de la Ciudad de Buenos Aires decidieron suspender el curso “normal” de las clases (con comillas porque no debería ser normal estudiar en colegios sin estufas y con mamposterías que se caen) y quedarse a dormir en las aulas. Llegaron a estar tomados hasta 24 colegios porteños. Al cierre de esta edición seguían tomados 6. Los estudiantes reclaman por mejorar las condiciones edilicias de las escuelas, en defensa de una educación publica que hace ya varios años que se cae a pedazos, ante la sonrisa cínica de muchos interesados en hacer negocios con sus escombros.

Dicen por ahí que “hay que conocer los bueyes con los que se ara”. Veamos entonces quiénes son algunos de los protagonistas de este asunto que no nos deja dormir por las noches.


El honorable Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad

La actual gestión del PRO encabezada por Mauricio Macri nombró como primer Ministro de Educación a Mariano Narodowsky, quien renunció en diciembre de 2009, en medio del escándalo por las escuchas telefónicas. Narodowsky había contratado como funcionario del Ministerio al espía-con-nombre-de-espía, Ciro James. Luego de su renuncia, el PRO propuso como nuevo candidato a Abel Posse, quien duro apenas 11 días en el cargo hasta renunciar en respuesta a las denuncias que provocaron declaraciones en las que Posse apoyaba “la mano dura” para mejorar el problema “de la inseguridad”. En enero de 2010 asume el actual Ministro, Esteban Bullrich. Junto a Rodriguez Larreta, afirmó que el reclamo por las tomas esta politizado (¡¿que tiene de malo?!) y amenazó a los estudiantes con extender el ciclo lectivo hasta febrero si no levantaban las tomas.

Macri se quedó sin plata

Según datos del Ministerio de Hacienda, el presupuesto 2010 destinado a Infraestructura y Equipamiento para Escuelas Públicas de la Ciudad de Buenos Aires es de 145 millones de pesos. En el año 2009 el presupuesto fue de 253 millones, y en el 2008, 317. Esto quiere decir que este año las obras para la educación tienen que arreglarse con casi la mitad de la plata que tenían hace 2 años. Y de la inflación, ni hablar. Al recorte que sufre la educación pública hay que sumarle el aumento de un 167 % sobre los subsidios que el Gobierno de la Ciudad otorga a la educación privada.

Cuando en 2009 los docentes porteños reclamaron un más que merecido aumento para sus atrasados y paupérrimos salarios, el Gobernador de la Ciudad les contestó: “no hay mas plata”. No hay mas plata para ellos, los que todos los días están al pie del cañón enfrentándose como pueden con un tejido social que no se recupera, tratando de educar a chicos que tienen que dejar el colegio para ir a cartonear y a otros que viven bien, bien metidos en las pantallas de la tele y la compu.

¿Politizado, yo?

De los estudiantes, los jóvenes en general, siempre se dijeron muchas cosas: que son vagos, contestatarios, rebeldes, irrespetuosos, feos, sucios y malos. ¿Quién los califica de esta forma? Otros sectores de la sociedad, adultos, conservadores y exitosos, que no quieren que cambien las cosas porque en este modelo de país a ellos les va bárbaro. Si estos chicos vienen a rebelarse ante un estado de cosas, a cambiar la situación, entonces son peligrosos. Hay que retarlos y mandarlos a la cama sin postre.

Históricamente los jóvenes fueron el sujeto político por excelencia. Tienen ideas y vienen a encarnar las bases de lo que mañana serán los partidos que nos gobiernen. El movimiento estudiantil, ese que se levantó por la Reforma Universitaria en 1918, el mismo que fue reprimido en la Noche de los Lápices y de los Bastones Largos, sufrió muchos golpes y acaso aún sigue medio atontado ante la violencia de esos años. Muchos jóvenes fuimos criados en la cultura del “no te metas”, pero parece que lentamente algunos están empezando a hacer ruido. “Detrás de todos los reclamos está la política” dicen las autoridades del Gobierno y los medios, como si la política fuera una suerte de pulpo gigante y endemoniado que viene a terminar con lo mejor de nuestras inocentes criaturas. ¡Claro que está la política! La asignación del presupuesto es una decisión política, no otorgar aumentos a los docentes también. Decidir dejar de naturalizar las condiciones en las que estamos yendo a estudiar todos los días y tomar el colegio porque, lamentablemente, y, seamos honestos, es la única forma de que los medios se hagan eco de la crisis educativa y el gobierno se vea forzado a reaccionar, también es una decisión política.

Desde SURrealismo celebramos que los jóvenes finalmente comencemos a tomar decisiones políticas para cambiar una realidad que no nos gusta.

¿Y los padres donde están?

podría preguntarse la señora Mirtha. Muchos padres están en la toma, señora. Orgullosos y aliviados de que sus hijos empiecen a plantearse qué país quieren, en lugar que quién quieren que se vaya del Bailando. Otros, por supuesto, están indignados porque a sus hijos no los dejan estudiar. Desde SURrealismo nos preguntamos si no sería mejor plantearnos qué preferimos: si seguir transitando la crisis educativa resignados porque “es lo que hay”, o parar todo y reclamar por el derecho a tener una educación publica de excelencia, que eduque a los futuros ciudadanos (y no solo a los futuros empresarios).

Se dice de mí

Y los medios, como siempre, son un capitulo aparte. Como la crisis educativa “no mide”, parece que la única forma de atraer movileros es tomar el colegio. Y entonces vienen. ¿A qué? Algunos vienen con cámara en mano a mostrar el estado en el que están los edificios, a darles 3 minutos de micrófono a los chicos para que cuenten por qué tomaron la medida, a hablar con los padres que están en contra de la toma, a resaltar los días que se perdieron de clase. Otros, como Eduardo Feinmann, se dedican a atacar a los estudiantes, tratando de identificarlos como terroristas, “que se pasan la Constitucion por el traste”. Manipular la opinión pública es el interés de cada medio, que a su vez representa el interés de ciertos empresarios que los dirigen, que apoyan o se oponen al poder político, según les convenga. Si todo esto sirve para poner el tema de la educación en la agenda, aunque sea por unas semanas, es una victoria que se gana. Hay que estar alertas para no hacerle el juego a aquellos que quieren probar que los jóvenes somos siempre irrespetuosos, sucios, feos, y malos.

Creemos que este conflicto no es una “ola de tomas”, ni una circunstancia aislada. Representa la punta de una madeja que está muy enredada: la CRISIS EDUCATIVA. Una crisis que hace años que venimos transitando con iguales dosis de espanto e indiferencia.

jueves, 2 de septiembre de 2010

TALLER EXPERIMENTAL DE ANÁLISIS DEL DISCURSO!

en revistasurrealismo.blogspot.com

Analízate, Analízame

- El Taller Experimental de Análisis del Discurso abre sus puertas. Nos enfocaremos, en principio, en canciones, publicidades y declaraciones varias. El futuro, el azar y las necesidades reflexivas de la época serán nuestra brújula.


- Vamos a generar disparadores, puntas y estimuladores que puedan (o no!) ayudarnos a pelearnos con ciertos acontecimientos sociales y políticos actuales. Construiremos posibles lecturas. Aunque suene a discurso prefabricado, aunque suene a cantito encerrado en sí mismo e infértil, los invitamos a pensar juntos si se puede ver màs allà de lo que desde los medios se nos dice todo el tiempo.

- Queremos que participen. La estructura del blog nos dificulta hacer visibles sus comentarios, y hacerlos entrar en diálogo (que es el objetivo mayor) pero intentaremos aprender entre todos como podemos hacer para solucionarlo.
Escribannos sus impresiones sobre lo escrito y sobre nuevas propuestas. Tienen un e-mail donde mandarnos tanto críticas como análisis completamente redactados por ustedes. Este espacio virtual no hace una clara distinción entre escritores-lectores (productores-consumidores) sino que ambos estamos entremezclados: ustedes nos leen y escriben, nosotros escribimos y los leemos, ¿dale?

Saludos desde el hemisferio Sur del surrealismo modernísimo.


¿POR QUÉ ANALIZAR UNA PUBLICIDAD? La publicidad es un mensaje (imágenes, texto, video) que busca persuadirnos a consumir un producto o servicio. La necesidad de convencernos obliga a las empresas a estudiar nuestros comportamientos y a CREAR necesidades que no tenemos. ¿Còmo es que en unos pocos años nos dimos cuenta de que "no podemos vivir sin" celulares, computadoras, autos inteligentes, puertas sùper seguras y yougures purgantes, redes sociales?


La apelación a un cierto conjunto de supuestos sociales comunes (imaginarios colectivos, sentido común) es crucial para captar la mayor cantidad de público posible. Por este motivo, y sin importar demasiado de qué producto o servicio se trate, las publicidades construyen un mensaje que toca distintos signos o ideas sociales que nos encomunan y que arrastramos del pasado más lejano porque nos representan: lo heroico (con sus múltiples variantes: lo patriótico, la valentía sin límites, el cobarde, el caballero, etc.), lo hermoso y lo feo, lo que está bien o mal para una sociedad, las representaciones más típicas (el chamuyero, el nerd, la santita, la atorranta…) y ciertos ídolos de la época o del pasado: superhéroes, artistas, actores, semidioses y otros personajes se pasean por nuestros televisores y calles; en la tanda de un programa cualquiera conviven Mr. Músculo limpiando tu baño con Diego Torres recuperando su preciada cabellera; Mirtha Legrand te ínsta a vender tus joyas, y la voz en off de Dios nos asegura que fuimos nosotros, los argentinos, los que ganamos el mundial del 86, a

pura garra, tripa y corazón.

(link a YOUTUBE: http://www.youtube.com/watch?v=h5c_6LYde1w=)

Las publicidades piensan y construyen una idea de país, una idea de sociedad que necesita el producto que la publicidad ofrece. Las empresas nos dicen: el mundo en el que vivís es como yo te digo o, cuando menos, quiero que el mundo en el que vivís sea como yo te digo.


¿Què pasa con la posiciòn del consumidor? ¿Es pasiva? ¿Puede o no puede modificar ese mensaje que le habla?


Pero estas reflexiones pasan inadvertidas. Nosotros, los consumidores, no nos detenemos a “mirar” con atención una publicidad, a buscar su mensaje subyacente o fuente, a pensar si pertenecemos o no al grupo al que el producto llama a consumir. Esto se debe a un alto grado de naturalización (acostumbramiento total y, por ende, desinterés) pero también ocurre que ciertas empresas emiten un discurso más bien dirigido a relajarnos, no pensar “de más” y tratar de ser felices como podamos sin cuestionar demasiado las cosas (como ocurre en “vamos a reírnos más” de Beldent o numerosas publicidades de Sprite sobre la vida del adolescente-joven contemporáneo: “messenger”, “tu amigo te tiene ganas”, “tus viejos lo saben”, etc.)


¿Qué opinan de las publicidades? ¿Les gustan? ¿Les llaman la atención? Nosotros vamos a comenzar con una publicidad de la empresa Movistar llamada “lejos de todo”, del 2010. Nos va a servir para pensar un poco el status quo de la sociedad (resignarse a vivir bajo estos términos actuales) y el discurso de la publicidad en general, que nos muestra una imposibilidad de huirle a la sociedad moderna así como también una invitación a acostumbrarnos y encontrar la felicidad en los pequeñitos resquicios que nos son permitidos.