sábado, 28 de agosto de 2010

Nota Introductoria

EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES nos apilamos dosmillonesnovecientosnoventaycincomilochocientoscinco energúmenos[1]. Esto quiere decir que los porteños somos el 7,5% de la población total del Gran Pueblo Argentino. En esta urbe vivimos nuestras pequeñas-grandes vidas 14.825,7 habitantes por kilómetro cuadrado. Como corresponde, se nos asigna todos los años un presupuesto de casi 16 mil quinientos millones de pesos y esta ciudad se gasta todo y, en general, unos quinientos mil pesos más: solemos quemar más plata de la que tenemos en los bolsillos. A veces nos enfermamos y necesitamos acudir al prolijo servicio de nuestro magnánimo Sistemita Público de Salud, que viene a ser algo así como un enorme elefante con buenísimas intenciones pero bastante torpe y viejo. Y ningún gobierno le da mucha bola: el pobre paquidermo maniobra para atender al 21,9% de la población, valiéndose de 34 hospitales que atienden en forma gratuita. Si hay lugar y sobrevivís a la cola, claro. La Capital tiene el índice más bajo de analfabetismo de todo el país; sin embargo, según el Presupuesto 2009, el dinero destinado a Desarrollo Social[2] fue recortado en un 12,3%. La educación perdió un 2,8% y la inversión en salud se mantuvo igual a la del año anterior, a pesar de que el Sistemita hospitalario está colapsado y no le vendría nada mal un muy merecido aumento.
Un gran puñado de esos casi tresmillones de energúmenos vivimos nuestras pequeñas-grandes vidas en lo que se conoce como la Zona Sur de Capital Federal. Desde esta revista, hablamos más precisamente de los barrios de Parque Patricios y Pompeya: dos nombres coquetos para dos comunidades en donde la algarabía sobrevuela sus siempre rotas y “pintorescas” vereditas. Ambos barrios, comprendidos dentro de la Comuna N°4 de la ciudad, cuentan con una población total de 40.885 energúmenos en Parque Patricios y 60.465 en Pompeya. Esto nos convierte en el orgulloso 3,4% de la población total de la ciudad. Las mentes brillantes de esta zona empuñan sus biromes en 104 establecimientos educativos de nivel primario, secundario y terciario (41 en Parque Patricios y 63 en Pompeya) y se curan los chichones, resfríos y demases en 15 establecimientos de salud (11 y 4, respectivamente).
En la Zona Sur de la Capital se concentra el mayor porcentaje de menores de 18 años. Del total de purretes que se encuentran por debajo de la línea de pobreza casi el 40% habita al sur de la Avenida Rivadavia. No olvidemos un pequeñito detalle: el 60% de las escuelas se encuentra en el norte. Así las cosas, la matrícula de la escuela primaria pública en el sur crece a pasos agigantados y no hay dónde llevar a los purretes. El déficit en infraestructura escolar con respecto al crecimiento de nuestra población hace que cada vez sea más difícil meterlos en la escuela. En promedio, los pequeños demonios de la ciudad van a la escuela hasta los 12 años, en algunas comunas privilegiadas, hasta los 14. Pero en la comuna 4, en nuestra comuna, sólo asisten a la escuela en promedio hasta los 10 años.
Sigamos un poco más: también acá se concentra el 65,5% de los “sin techo” de la ciudad. En nuestra comuna hay un 10% más de viviendas que en las comunas del norte y el oeste de la ciudad. En promedio, en un hogar cualquiera de la ciudad habitan 2,5 personas. En la zona sur habitan 3,1 personas. En la zona de Zabaleta, ¡4,7! Algunos siguen eligiendo el sistema público, otros lo padecen por no tener otra opción: un valiente 18% de la población de la ciudad se atiende en hospitales públicos. En el sur, ese porcentaje sube hasta casi la mitad, sobre todo en los menores. Encima, somos la comuna con menor porcentaje de propietarios de viviendas de toda la ciudad y tenemos uno de los índices más altos de viviendas en riesgo. Si tus ojos esperaban una buena noticia, nos place contarte que sí tenemos un porcentaje alto en... déficit sanitario: un 7,6% de los hogares están excluidos del sistema de saneamiento (no poseen inodoro con descarga de agua a red cloacal pública).
Un 7,1 de los hogares no tiene acceso al servicio público de recolección de basura. También somos los afortunados poseedores de los sueldos más bajos de la ciudad y tenemos un porcentaje muy alto de adultos mayores que no reciben jubilación. Y eso que somos optimistas (aunque no parezca).
Pero que esto no nos impida mirar al otro lado de la moneda: Parque Patricios y Pompeya son barrios de hospitales, y principalmente de hospitales públicos, y eso es un cumplido. Dentro de Parque Patricios contamos con el hospital Udaondo, el Muñiz, el Garraham y la Sardá. Además tenemos el Churruca y el Pena, que se encuentran en los límites entre ambos barrios: sus guardias atienden a cientos de doloridos energúmenos por día, aunque el dinero asignado por año a veces no alcance ni para los insumos básicos. Muchos de estos establecimientos están en pésimas condiciones edilicias y aún así siguen operando. Y, sin embargo, continúan siendo noticia cada vez que un milagro médico se produce dentro de sus salas: en la maternidad Sardá nacen más de 6.000 personitas por año y sus empleados y pacientes sufren la falta de insumos; al Garraham se acercan miles de chicos de todo el interior del país y su presupuesto fue reducido por el Gobierno de la Ciudad en agosto de 2009. Parque Patricios tiene también muchos espacios verdes: dos plazas y tres parques se prestan para que los vecinos se vean las caras y bailen y realicen actividades folclóricas. Sin embargo, el descuido y las obras burlonamente infinitas de la línea H hicieron de estos espacios lugares conflictivos y difíciles de transitar después de las ocho de la noche. Muchos vecinos se pelearon con el espacio público, o más bien se sintieron desplazados por él. Por Pompeya, pasando las vías del tren, todo el mundo sabe que hay nenes muy chiquitos prostituyéndose por paco (droga más barata, altamente tóxica y adictiva) sobre las avenidas. Todo el mundo lo sabe. Mencionaremos, sólo por ahora, que la problemática respecto de la circulación de drogas en los barrios del sur será un tema crucial en esta hilarante publicación. No se salva nadie.

Pero también tenemos bailes los domingos a la tarde en el patio del parque.

Murgas en verano.
Un foro de la memoria abierto a todos.
Muchos centros culturales, grupos de teatro comunitario.
Una radio.
Grupos de lecturas, clases de apoyo, juegotecas y bibliotecas populares.
Y está el Bernasconi, precioso e intimidante, pero más aún: público.
Y muchísimos colectivos.
Y algún día, la línea H.

El Club Huracán y el Polideportivo siempre abiertos para jóvenes y adultos. Varios bares históricos y emprendimientos comunitarios, ya sean actividades culturales, espacios asamblearios o emprendimientos de construcción de viviendas, como el barrio que se construyó en Monteagudo y José C. Paz.

Es a esta comunidad[3] a la que estamos convocando. A esta comunidad de la zona sur le pedimos que se despierte y hable, que pregunte y se levante. Soñamos con una comunidad que se manifieste, que tenga inquietudes; gente que no mira hacia el otro lado, que no oculta lo injusto por conveniencia o temor. Porque vivir al Sur no significa que tengamos que conformarnos con esto. Vivir al Sur no implica de ningún modo aceptar las condiciones que nos impusimos y nos fueron impuestas. Nuestro deseo sonará inquisitorio al principio, y podrá ser rechazado de buenas a primeras por ojos indiferentes o pensamientos adversos. Pero los pensamientos adversos son nuestro alimento: queremos hacer crecer en estas páginas al pensamiento más plástico y heterogéneo del mundo entero. En cuanto a los ojos indiferentes, éstos son impiadosos y terribles. No dan tregua. Intentaremos de cualquier modo despertarlos o llamarles la atención de algún modo para que así descubran que pueden hacerse conocer en esta comunidad sureña que aparenta estar atravezando una siesta sepulcral. Conocemos el riesgo, éste y muchos otros, pero acá estamos: mirando el panorama, estirando los brazos para llegar a ustedes, esperando ser recibidos en sus casas y en sus mesas para trabajar juntos. Lo único que nos proponemos es hacer del lugar donde vivimos el mejor lugar posible. No creemos que suene demasiado ambicioso: es ambicioso en la medida en que estamos vivos, y tenemos el deseo de querer vivir mejor. Por lo demás, nosotros no tenemos ninguna intención de mudarnos, y miramos al futuro con una sonrisa y el mensaje de algunos barrios bajo el brazo. La inscripción a partir de ahora y para siempre estará abierta y será gratuita. En todos los números dejaremos un lugar privilegiado de la edición con todas las direcciones y enlaces a través de las cuales pueden comunicarnos sus inquietudes, críticas y aportes de cualquier índole. Nos gustaría mucho conocerlos y que nos conozcan. Les proponemos la tarea más inmensa y gratificante que puede haber para una comunidad: conocernos y movernos juntos, por nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos y los que vienen detrás de ellos. Esperamos su respuesta.
Atentamente,
Revista SURrealismo
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[1] bestias, brutos, fieras, furiosos, iracundos, violentos, enloquecidos, exaltados, feroces, frenéticos, salvajes, endemoniados, endiablados, poseídos, locos habitantes de la Ciudad de Buenos Aires.
[2] Desarrollo Social: nuestro nivel de calidad de vida (familia, sobre todo calidad de vida de los más chicos; viviendas adecuadas y trabajo digno, entre otras promesas aún adeudadas)
[3] Comunidad:
1. f. Cualidad de común ( que, no siendo privativamente de ninguno, pertenece o se extiende a varios).2. f. Conjunto de las personas de un pueblo, región o nación. 3. f. Conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes.
[definición extraída de la Real Academia Española: www.rae.es]

Concretamente, ¡¡Vos!!

La cara de la guerra. Salvador Dalí, 1940