“Me harté del ruido y me fui lejos de todo. Necesitaba paz. Me traje mis cosas, mis herramientas para trabajar la huerta, mi bici, mis libros.
Después llamé a mis viejos y, como ellos sin mate no pueden vivir, se trajeron el almacén de Rubén para tener yerba. Trajimos unas vaquitas para la leche de mis sobrinos, porque mi hermano vio el lugar por mail y, bueno, se vino con la familia.
Hicimos una placita, y para que los chicos corran tranquilos pusimos un par de semáforos, cerca del estadio y de mi primaria que me traje para visitar ahí al lado del museo, frente al banco, casi en el centro, en la segunda bajada de la autopista.
Así que acá estoy. Solo. En el medio de la nada: paz total.
Voz en off: Nacimos para vivir en comunidad. Comunidad Movistar: conectados, podemos más.”
Una casa en medio del desierto y la voz de una persona que se fue “lejos de todo” porque “necesitaba paz”. Inmediatamente, algunas necesidades que surgieron y que lo obligaron a mudar algunas cosas desde la ciudad hasta su nuevo lugar vacío. Primero trajo sus herramientas y objetos personales, luego a sus viejos y su almacenero, luego su hermano se muda…etc. Finalmente, todas las instituciones y canales de comunicación y sociabilidad (estadio, autopistas y, por el final, un aeropuerto, ya que vemos un avión descendiendo en esta “nueva ciudad”) son trasladadas al desierto.
Pero algo cambió: todas aquellas cosas que lo habían hecho perder la paz y lo obligaron a alejarse, ahora regresaron; sin embargo, él las acepta de otro modo, terminando su monólogo diciendo: “Así que acá estoy. Solo. En el medio de la nada: paz total”
¿Porqué decir esto, cuando claramente ya no está solo sino nuevamente acompañado y rodeado por los habitantes de esta nueva ciudad? ¿Porqué decir esto, cuando tampoco se encuentra “en el medio de la nada” sino que otra vez se reubicó en el centro de una ciudad? El personaje se había hartado del “ruido” y el ruido volvió a envolverlo. A pesar de todo, concluye: “paz total”.
La publicidad realiza un acto de justicia, le enseña una moraleja a este fugitivo de la ciudad. Le (nos) enseña dos cosas fundamentales sobre la sociedad moderna y las ciudades:
1. No querés alejarte de la ciudad realmente, porque ahí tenés muchísimas cosas queridas y útiles para ser feliz (familiares, recuerdos y, sobre todo, comunicación)
2. Aunque lo intentes, no vas a poder alejarte de la ciudad. En última instancia, si vos no vas a la ciudad, la ciudad irá a instalarse donde estés.
Entonces nos queda una sola opción, queramos cambiarlo o no, por las buenas o por las malas: vivir en la ciudad. Si Mahoma no va a la montaña, la ciudad vendrá a nosotros. Lo único que se puede negociar en esta ecuación es nuestra disposición a vivir de este modo, y en la trama de la publicidad el desplazamiento se produce con éxito: el personaje pasa de querer alejarse de la ciudad porque necesitaba paz a traer él mismo la ciudad a su vida y encontrar en eso, paradójicamente, la “paz total”.
El ¿inocente? discurso publicitario guarda una conclusión: el hombre actual ya no puede cambiar las cosas, sino que sólo puede cambiarse a sí mismo y aceptar el mundo como es, un mundo dado e inevitable.
La construcción de uno de los discursos de la empresa Movistar está relacionado, además, con la construcción de lo que llaman una “comunidad Movistar”: sólo arriesgaré que la idea de “comunidad” puede pensarse como una promesa, una fantasía utópica que se nos promete constantemente frente a la reproducción de la globalización y la interrelación de las personas. Al respecto, no olvidemos que hay una enorme porción del mundo que no tiene Internet o celular y que, por supuesto, desconocemos (los desconocemos tanto como desconocemos a nuestros contactos de Messenger o de Facebook, pero en este caso ni siquiera tenemos acceso a sus gustos y fotos), pero que además no pertenecerían a la “comunidad” que propulsa Movistar, al no estar debidamente “conectados”.
La publicidad se llama “Lejos de todo”. Pero esta situación no ha sido más que provisional. La secuencia se ha cerrado en un círculo sin salida:
- el personaje se harta del ruido,
- se aleja de todo,
- trae la ciudad a su nuevo lugar,
- el personaje acaba encontrando la paz y felicidad en las mismas cosas que antes lo irritaban.
La respuesta de la empresa a tan extraño comportamiento es, por el final: “nacimos para vivir en comunidad”. ¿Es que la única comunidad posible hoy día es una mega ciudad, necesariamente? Todo lo que deja esta publicidad son dos interrogantes, que quizás podrían ayudarnos a pensar:
¿qué tipo de comunidad tenemos?
¿qué tipo de comunidad querríamos tener?